Atlante y silente
Sombra y silencio de trazo, en hormigón
De mayúsculas uvas como ojos
cuando duerme
De negar la acuarela en el trazo, lo
puede
Por el doblez de herradura que posee la u,
también
El boquerón de su garganta y su tubo, la
forma
en que amolda su mano en la arcilla
entre mejilla y mentón
Cuando no está la mujer
aunque estalle la albúmina
y el
deseo manso del viernes
se pose sobre sus pies
camina y vuelve al cuarto
El gran pez le vomita a la orilla
Sale de vez en cuando
lamiendo el silencio en el cielo
Aprehendiendo que no hay nube
que le haga ya compañía
Saboreando azul la piel del desierto
Moscardones firmes de los brazos
Camino incisivo en constante salivación
espera que una almohada hecha de espumas
así sea en lo alto como en lo bajo
Al amado, a la amada
al objeto y a la rompedura de encías
a
los nísperos que desgajan sus membranas
a la angustia enramada y al bosque
Atlante y silente hablando a las espaldas
Aquietado después de todo
posando la lengua
como si fuese una palabra
(Del poemario aun inédito Pomelo Pómulo)
Tocando tu cuerpo
un pedazo de luna desata su brillo
lamiendo malva de tus labios
En el borde siembro
Caminando en tu curva
Las hojas de los árboles están lejos
Se hunden en el presagio
Permanece la brizna en tu pelo
Esferas en cumbres ruedan
Pasan por mi lado
Perder la trama del abecedario
Llegar a la cosecha
En las oquedades del grito
Habitar la prudencia y la cautela
con la cual hay que ir, lejos
trazo fértil de la superficie
Desarmarlo todo de cifras y escalar
con alaridos el olfato
La pulpa serena y mi mano
A pleno sol que la toma
Una flor desmoronándose por los tejidos
De la copa el fresco licor de los duraznos
Leve crujir de las hojas que te envuelve
Y creamos al minotauro
en el cascabeleo
sobre la pradera tupida
humedecida por nuestros pasos
Aquel pleno riesgo es tu cuerpo
en lo sucesivo mantis,
Deletreando melosamente tus nalgas
Apenas descubiertas entre las sábanas
la enredadera dócil donde ha quedado
mi cuerpo inmovilizado
(Aun inédito)