viernes, 1 de abril de 2022

GUILLERMO GUTIERREZ O LA DESTRUCCIÓN COMO ABSOLUTO CREATIVO

Por: Miguel Blásica 

         
                                  La noche ladra a los perros cuando se caen las estrellas                                                      EGO Naufragios, obra de teatro experimental 





 Yo, O-EME-ZETA, bhaktivendanta, alakdana, Tolú, hirigracock-elevado, profeta, médico del espíritu, guerrero principal de los Gracocks- elevo mi declaración de guerra a la raza humana, miserables hijos de puta, chuchumecos extraídos de un sapo sarnoso, rechucha sus mierdas, leprosos, paridos del ano de una puta vieja sifilítica primordial sin aires de nada, a la que le sale baba por el culo y así ha salido la raza humana vomitada exprofesamente por su ojete, al que lo han chancado hasta dejárselo como la entrada de un cañón, y por ahí ha cagado una masa envuelta en flema diarreica que es la raza humana, producto bastardo del encuentro entre Nodens y Azathot…QUE DIOS SE LOS CACHE… 

 Con arrebatador entusiasmo y convicción certera acerca del valor de la condición humana, Guillermo Gutierrez empieza su proclama de Tupacamarismo shivático ante la declaratoria de la guerra del alma publicada en el libro “La muerte de Raúl Romero” en 2006; esta era una declaratoria abierta y sin ambages, directa y sin escalas de su convicción de la destrucción inevitable e impostergable de todo rastro humano sobre la naturaleza que clama su exterminio. En Infierno Iluminado, su mas reciente libro (diciembre de 2021) la voz adquiere dominio sosteniendo en sus primeras páginas una calma que presagia la llegada de huestes del averno y nos invita a no preocuparnos, a dar un paseo por Dreamsville, la villa de los sueños, de la locura y del horror, libres de la obsesión de la moral y el devenir. 


 Ven a la villa de los sueños 
Donde los vivos se realizarán 
Y los muertos resucitarán 
Ven a la villa de los sueños 
Donde la sangre de los débiles y los fuertes 
Se mezclarán en orgías 
 De la más democrática matanza 
Podrás pasear en paz Por sus estrechas calles
 Y apoyarte en los muros de las casas labradas
 En piedra blanca



Si en “La muerte de Raúl Romero” (2006) el recuento a manera de testimonio pormenorizado de la hecatombe de un sector pudiente de la Lima aristocrática, un un ajuste de cuentas en la fantástica ejecución de personajillos públicos que rodean nuestra fauna local, nos conducía al más absoluto caos y frenesí al encuentro con un fragmento poético que será descubierto a mediados del siglo XXI, el Kagamusho o el Grial del poto, pronto llegaremos a la mencionada proclama tupacamarista y de allí al protoevangelio de Vilcapaza, donde la voz poética se declara la cuarta reencarnación shivática sobre el mundo que se manifestará en el cóndor cagador de mundos que vuela a tientas en la solitaria noche del cosmos. 

Llegados a este punto trepidante del vaivén, me había percatado que era posible unir partes, eslabonar referencias, siendo necesario que, del primer poemario al segundo, como lector, el poeta midiese una intención de concatenación, un tránsito, una pausa que condujese a una siguiente etapa, pero en la hecatombe Gutiérrez responde que sí y solo si, será el impulso puro y aluviónico el que configure absolutamente el clamor y que trace su propio sentido. 

 Es así que, probablemente de manera inútil, he intentado trazar un puente que permita unificar las claves de los textos mencionados hacia un derrotero pauteado. Los textos continuaron siendo satélites tremebundos en su desmesura, orbitando delirantemente en una trayectoria de ascensos y descensos que solo Guillermo Gutiérrez sabe o reconoce en rumbos que tomando caminos imprevisibles, en algún momento puedan amalgamarse, muy probablemente sin guardar el menor asidero a la razón. 

 Conocí a Gutiérrez en aquellas andanzas y vagabundeos a fines de la década de los 80 con un colectivo de jóvenes afirmados entre la performance y la teatralidad en una ciudad siniestra rodeada de barrotes, rompemuelles con púas y cercos de alambradas; por aquellos días encontraba en los territorios de bordes y acantilados, en los albores de las tinieblas y en la mirada en el horizonte del mar en Magdalena Vieja, con Guillermo se descubría lo numinoso, una apelación a lo ancestral, al grito arcaico, al viaje iniciático, al retorno de lo primordial, a lo sagrado y a la vez monstruoso, como una forma radical de comprender el sentido de la belleza en lo terrible y lo monstruoso como un presagio calmo y soterrado detrás de toda evidencia vital. 

Allí radicaba el sentido de Ulkadi, como bautizamos a nuestro colectivo, como un presagio, una poética que asumimos con Jorge Prado y Slim Díaz con quienes compartí esa prédica de vitalidad por espacios ruinosos premunidos de sendas botellas de caña Cienfuegos. La búsqueda de un nuevo territorio desde donde imaginar y descubrir en la corporalidad y en el alma la escritura de lo arcano. Esa fue la impronta inicial. Pero luego lo dejé de ver, vino el quiebre y el rumbo de los acontecimientos que se precipitaron en el país en 1992. 




Ulkadi entro por el ojo de un remolino y cuando pudimos salir de prisión me reencuentro con la escritura de Gutiérrez a través de ese nuevo vehículo que eran los correos electrónicos, enviaba sus textos a pocas personas, pude ver que iba configurando su convicción desde un alarido bestial, las ordalías de sangre y otros fluidos llevados a cabo por Karito Gross, Armando Fronesis, Otto Milla, Waraka Abelardo, Nortman Vieesenpiel, Simone Lahbib, personajes horridos y desquiciados que ingresan a escena a cumplir su misión de destrucción total donde nada quede incólume, la configuración de la destrucción había empezado. 

 Ahora todo se atiene a la fuerza descriptiva de los hechos, donde la secuencia y detalle del crimen, la estulticia, la depravación, y la hediondez se constituyan en marco referencial del núcleo todopoderoso, de la configuración deifica de Thopa Amaru y de su poderosa coya Micaela Bastidas Puyucawa que emergen con sumo poder como matriz de revelación primordial, pero a su vez generadora de otras presencias constituidas por avatares proponiéndose estos y bajo los ditirambos del aedo cumplir los designios de sostenida demolición de lo zombie, manifestación de un espíritu gangrenado y mortecino, pasivo, raquítico y desvalido. Gutiérrez lanza así su propósito y que los poetas dejen de cantar, los músicos de tocar sus instrumentos y que las madres devoren a sus hijos untándoles mayonesa y todas sus salsas de origen incierto. 

 El armagedon había llegado y en la tradición de las pinturas siniestras de Brueguel o Goya enfatiza que, fuerte cosa es el encuentro con las huestes de la muerte más espantosa, con la certidumbre de que ese ritual de sangre, pus y excrementos, no solo acercase al poeta a la superficie de la putrefacción y a la sevicia donde se reiteran el estupro, los parricidios, el incesto, la bestialización, la blasfemia y la coprofagia, no solo como sentido aliterativo y de connotación de efecto sensorial, no basta el acercamiento previo previsto ; sino llegar a la delectación paulatina y depravada, al encuadre hardcore de una película gore de iniciativa didáctica y en puntillosa mención de detalles de los actos, los seres toman formas de íncubos y súcubos en particular gimnasia de tragarse, vomitarse y volverse a tragar para renacer en pestíferas reencarnaciones, donde los cuerpos en éxtasis de sufrimiento se tasajeen y se cosan desde cortes que vayan de sus anos a sus bocas como en el caso de Mario Vargas Llosa y su ex mujer Patricia cosidos por mitades entre pene y vagina. 

Aquí es interesante destacar que los textos que Gutiérrez dejo en los mencionados correos electrónicos al inicio del presente siglo y algunos que fueron incluidos en “La muerte de Raúl Romero” son los que configuran mejor el panorama teatral horrendo pero que sostienen trepidantemente la voz profética de Gutiérrez, donde el cuerpo lacerado y en suplicio encarna la tensión misma de la condición humana que debe ser irrevocablemente destruida, donde lo anárquico de su lirismo ¿podríamos seguir denominándolo así? No guarda cometido con las formas, sino que el torrente vomitivo de su construcción plástica como palabra exige una vida como contraparte de la destrucción cotidiana y aparentemente en vilo del naufragio vital, de la anomia y la reiteración de la imbecilidad y lo pusilánime de la existencia humana 

¿No lo vemos por ejemplo en la convivencia con la corrupción de los Estados?, ¿no lo vemos en la actual guerra y bombardeos que Rusia ejerce en Ucrania? ¿no lo vemos en los desechos de su habituación cotidiana cuando introducen sus tarjetas de crédito en cajeros automáticos, cuando sacan a pasear a sus mascotas o adquieren medicamentos que esconden una forma miserable de morir haciendo multimillonarios a laboratorios? 

¿No son algunos miembros de ese movimiento poético que se llamó eufemísticamente Kloaka ensalzados, adobados y deglutidos y publicados por el Congreso de una República que con mayor propiedad que ellos merece llamarse cloaca? La farsa de la post modernidad, el cinismo, el cáncer y tumores y el dopamiento por los productos tecnológicos, el conformismo neurotizante y la obesidad por la diabetes, decrépitas estrellas de rock convertidas en glorias derruidas del stablishment. Solo para dar algunos ejemplos de que, estos hechos de la convivencia humana son parte evidente de ese sarcasmo y el humor cuasi absurdo que complementa ese negro surrealismo al que apela Gutiérrez. 




No existe más el arte y más allá de las consideraciones vanguardistas de la no estética de la clausura de la representación derridiana, lo suyo es solo un terrible y maldito alarido en tiempos de malditismo descafeinado. La existencia humana se ha dirigido a una catarata inevitable, como en la pintura de la parábola de los ciegos de Brueghel, uno tras otro tropiezan en previsible marcha, en sainete continuo de envilecidas marionetas. Los seres ya no yacen entre las sombras del follaje, donde era posible atisbar a al jaguar y a la serpiente y en la espesura de los bosques no es ya posible la armonía del crepúsculo, se terminó el proceloso vuelo de aves mágicas por sobre el mar cerenario como nos decía el aedo a fines de los 80. Todo ha culminado, y solo queda la sangrienta y desarticulada mojiganga en el final de todas las esperanzas, es lo que ya ha empezado, nos lo dice en el largo poema Dreamsville de Infierno Iluminado, lo mira y lo bendice el buen caballero Jesús incapaz quizás de mirar hacia otro lado.

 Un detalle importante para acabar, nos engañamos con suma ingenuidad si creemos que el universo bestial y primigenio de Gutiérrez se encuentra en las antípodas de lo real, en la pirotecnia de lo fantástico y la desmesura, pues no, la sombra del Movimiento Tupacamarista shivático subyace como una subjetividad demasiado presente en cada acto de nuestras propias vidas. Y termino con esta cita del Marqués de Sade de “La estima que se debe a los escritores”:  Maldito sea el escritor llano y vulgar que, sin pretender otra cosa que ensalzar las opiniones de moda, renuncia a la energía que ha recibido de la naturaleza, para no ofrecernos más que el incienso que quema con agrado a los pies del poder que les sujeta y que les domina” 


                                                                                                           Lima, 16 de marzo de 2022.

Composiciones fotográficas de Joel Peter Witkin.