De cuantas maneras nos desarma la muerte no lo sé
De cuantas maneras nos desarma la muerte no lo sé, pero creo que nos quedamos siempre en la misma incertidumbre y el desconocimiento. Nadie que la ha conocido puede venir a hablarnos de ella. El silencio es vasto e inmemorial, el silencio crece cuanto más resuena la voz del que se fué. El recuerdo que nos llega de sus sonrisa, lo vivo de sus ojos y en sus silencios, un eco de cercanía, de una certidumbre anticipada, de un presagio de esa muerte. El pasado como anticipo de su llegada.
Como nos duele la muerte de Humberto Castelblanco para aquellos que estuvimos cerca a él, los que aprendimos a llevar a cuestas nuestros implementos de trabajo, los muñecos de esponja, los colores vivos de los trajes, las máscaras y los cartones, las sonrisas de los niños, los sueños encima del carromato de la esperanza, la caravana del tercer milenio como le llamamos a una maravillosa locura que integraría nuestros países hermanos, desde Venezuela hasta Tierra del Fuego. Cuando Claudia allá en Bolivia reía de verte ilusionado con una carreta y caballos con los que emprender la marcha. Porque cuando el reto era mayor allí irradiaba tu luz hermanito.
Aun cuando escribo estas palabras me suenan tan extrañas, desvariadas, tan absurdas y distantes. Tanta vida e intensidad, tanta inquietud en tu espíritu de caballero andante, Quijote que nos levantaba a todos con su carcajada, con ese fuego en el corazón; sabías bien de las llamas que habitaban en nosotros, tus compañeros en este melancólico oficio de las tablas. Aun recuerdo aquel instante, aquella noche en tu casa de la comunidad Wayko, cuando entre la alegría y la bulla de los tambores y el bandoneón de Daniela me pediste que no dejara a mi hija; aquello me tomó desprevenido, no lo esperaba. Este quizas era otro presagio, pero lo cierto es que quien sabe del alma y sus vaivenes musicales sabe como puede comportarse otro de su misma estirpe.
Pero no quiero desviarme mas del tema de fondo, es sobre la muerte que deseo hablar, a pesar de que no sé nada en absoluto de ella, quisiera detener esta ebullición de tormentas al interior, esta suerte de trastrocamiento que ha traído ella y nos tiene alucinados, si, de alguna manera explicarme lo que quizas sea inexplicable, entonces vienen las imágenes y la poesía como un vehículo que puede darnos pistas; recuerdo el poema de Ruben Darío que dice que "la muerte no viene demacrada que es hermosa como Diana, trae guirnaldas de flores en el cuello, en la siniestra trae palmas de victoria y en la diestra una copa de olvido". No es la soledad, que de algun modo crece con la ausencia de quienes amamos, todos estamos solos desde hace miles de años, estamos solos antes del inicio de la vida misma, por eso, hemos creado dioses a nuestra imagen y semejanza para que nos sirvan de compañía. estamos solos y nos encontraremos al final en el mismo lugar y seguiremos sintiéndonos solos.
No es siquiera la ausencia de nuestro amado amigo; se trata de la muerte y de su señorío, el hecho de que la vida penda de un hilo tan delgado y frágil, el hecho de que los Césares llevaban un hombre al costado cuya única misión era susurrarle al oído "recuerda que eres mortal".
Estoy seguro de que a todos la muerte nos avisa antes, nos envía señales, uno abre las puertas para que pase, tome asiento y charle con nosotros acerca del contrato. Pero luego la alejamos, le hacemos la contra y nos hacemos los locos.
Quiero creer que al rescatar a su hijo, Humberto se arrojo a sus brazos, ella había tomado la forma de torrente bravío, de aguas enfurecidas, de creciente amenazador, él luchó a brazo partido con ella, porque ante su negativa de entregarse de manera mansa tomó la vida que él mas amaba, la de su hijo, pelearon hasta las últimas fuerzas logrando arrancárselo de su filuda guadaña, pero a cambio del enorme esfuerzo realizado quedó exánime y la parca lo recibió en su seno. Como aquella fábula que el juglar contaba donde la muerte no perdonaba a un desdichado. La muerte es implacable y no sabe de misericordias.
Con la muerte se tiene muy pocas certezas, una de ellas es que aquellos que la conocen callaran eternamente.
Nuestro hermano Humberto es un hombre del cual sería digno escribir una nueva fábula, que se cuente por los caminos que él anduvo, la de un hombre que luchó con la muerte y arrancó una vida de sus manos, escribiendo así su último canto. Es lo mas hermosamente cerca que un hombre pudo estar de ese profundo y misterioso conocimiento.
Lima, 26 de enero de 2012
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